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Francisco Javier IZA-GOÑOLA DE MIGUEL
Conferencia ofrecida en el centro cultural Portalea de Eibar el 16 de diciembre de 2011, organizada por la Fundación Mario Onaindia.
Al comenzar la Segunda República el 60% de la producción siderúrgica era vasca, vizcaína fundamentalmente, aunque la aportación de la industria cerrajera, armera y de maquinaria guipuzcoana era importante. La producción alavesa en aquel momento era muy pequeña; la industrialización alavesa fue más tardía y, en buena medida, será favorecida por la continuidad de la concertación en este territorio histórico, como ha estudiado Ana Belén Sanjurjo en su tesis doctoral sobre la Hacienda Foral de Álava durante el régimen de conciertos económicos.
La República inicia su andadura lastrada por la mayor crisis económica que haya habido en la historia del mundo industrial capitalista, como fue la crisis del 29, crisis que casi acaba con el capitalismo y cuya salida fue la Segunda Guerra Mundial. La política de Roosevelt enderezó un poco la situación, pero lo cierto es que los niveles de producción no se recuperaron hasta la guerra, detrás de la cual se encuentra esa crisis económica no resuelta.
A España le afecta gravemente la crisis, aunque algo menos que a otros países industriales, dado el menor dinamismo y peso de la exportación industrial. Con todo, el descenso de la exportación global fue del 50%. Así, la República viene lastrada por esa crisis económica internacional. Como la actual democracia viene lastrada por la crisis económica del 73, la segunda peor crisis que ha habido en la historia industrial capitalista. En suma, los dos grandes procesos modernizadores que ha habido en este país han venido lastrados por crisis económicas.
La Guerra Civil, en contra de lo que se decía por la historiografía de la época y lo que habitualmente cree la gente, no dañó gravemente el tejido industrial español en general y el vasco en particular, pero sí dañó las comunicaciones, tanto las infraestructuras como el parque móvil ferroviario y de carreteras.
Por lo demás, sabemos que si durante la guerra civil se planteó volar parte de la industria pesada vasca a fin de que no fuese utilizada por los sublevados, la oposición del PNV resultó fundamental para que ésta no sufriese apenas daños. De hecho, los sublevados pudieron contar con esta industria, que fue un apoyo añadido al que recibían de las potencias fascistas.
Durante la Autarquía, la época del hambre, de los tiempos más oscuros del franquismo, de la represión terrible, y de una economía pobre, muchos industriales vascos hicieron grandes negocios y grandes fortunas.
Factoría Alfa de máquinas de coser. Eibar.
Entre 1939 y 1959 la Dictadura aspiró a ser autosuficiente siguiendo, a grandes rasgos, los modelos nazi alemán e italo-fascista, que eran modelos de guerra, lo que condujo a un fracaso económico. No obstante, habría que introducir matices en esa imagen, como pude observar al estudiar la cooperativa eibarresa Alfa. Hay más actividad económica de lo que se ha venido señalando, especialmente en el País Vasco. Pese a las enormes carencias de materias primas, de materias elaboradas, de mano de obra especializada (buena parte fue represaliada), de enormes carencias de capital, de las dificultades en el transporte, etc. hay una actividad industrial bastante importante, sobre todo en Euskadi. En Cataluña también, así como en Madrid, donde también hubo una importante actividad industrial.
Muchos industriales vascos hicieron su agosto particular, con independencia, además, de su filiación política. En un mercado desabastecido y totalmente protegido muchos fueron los que pudieron seguir colocando sus producciones a precios sumamente ventajosos.
No obstante, la situación económica del país era un auténtico desastre y finalmente hubo de desmontarse el edificio autárquico. Eso aun cuando a principios de los años cincuenta, con la Guerra Fría, el papel de Franco cambia y pasa de ser visto como tirano a “vigía de Occidente” frente al comunismo. Es por ello que comenzaron a recibirse las ayudas económicas y militares de Estados Unidos.
Con todo, en los años cincuenta España se encontraba al borde del colapso económico. Con una importante inflación, un sistema fiscal anticuado y a todas luces insuficiente, con una balanza comercial y de pagos deficitarias, era evidente que había que imprimir un giro en la política económica de la Dictadura. En 1957 de la mano de Carrero Blanco entran a formar parte del gobierno los llamados “tecnócratas”, vinculados al Opus Dei y que comienzan a dar pasos hacia una cierta liberalización de la economía (nunca de la política) buscando una mayor apertura hacia los mercados exteriores, lo que suponía un desmontaje de la rígida política autárquica. Esta política se plasmó en el Plan de Estabilización de 1959 y, en principio, supuso una contracción económica, pues, entre otras cosas, se limitaron los salarios y se dificultaron los créditos.
Curiosamente, y como ejemplo, en lo que a Alfa se refiere, nunca se habían producido y vendido tantas máquinas de coser como en 1959; ni antes ni después. Y como en ella en otras empresas.
Metalurgia. Altos Hornos de Vizcaya. Factoría de Sestao. 1988.
Hecho este inciso hay que decir que es un momento de contracción económica para sanear la economía, pero que a principios de los sesenta se abre un periodo mal llamado del “milagro económico español”. Son años de crecimiento económico muy rápido, tanto en el Estado como en el País Vasco, incluyendo, ahora sí, a Álava. Álava durante parte de los años 60 va a ser la provincia de España que experimente mayor crecimiento y mayor inmigración de todo el Estado.
Este crecimiento económico se desarrolla con grandes desequilibrios, reforzándose el peso de sectores industriales maduros, excepto en Álava, que se apoya también en industrias más modernas. La falta de suelo en las provincias hermanas, en concreto en localidades como Eibar y Elgoibar, y, como ha señalado la doctora Ana Belén Sanjurjo, una fiscalidad favorable, impulsaron ese desarrollo. Era además un factor con el que ya no contaban Bizkaia y Gipuzkoa, despojadas del régimen de conciertos económicos al ser declaradas “provincias traidoras” por Franco en 1937.
De manera que se produjo un crecimiento sostenido hasta 1973. Se produjo un crecimiento altísimo, que se ha cifrado en torno a un 10% anual, duplicándose entre 1960-1970 la renta per cápita. Son los años de un crecimiento porcentual superior a la media europea, pero similar, por ejemplo, al crecimiento de la extinta Yugoslavia, y que se ha convenido en señalar como el gran salto de la economía española. Sin embargo, aunque el crecimiento es incuestionable, conviene matizar algunos aspectos. Y es que si bien el crecimiento es altísimo, el punto de partida es muy bajo, mucho más bajo que el de la media europea, de manera que no se produjo un proceso de convergencia; la renta siempre se situó por debajo de la media europea. En segundo lugar, la tecnología es baja o media, siendo grande la dependencia tecnológica del exterior, con la consiguiente factura en “royalties” y peligro de obsolescencia. En tercer lugar, son años fuertemente inflacionistas. El desarrollismo va a ser todavía más inflacionista que la autarquía. Ello obedeció, sobre todo, a que el mundo financiero español no era nada competitivo. Estamos hablando de un mundo sumamente protegido y de una banca muy concentrada que estableció pactos y que otorgó créditos a un alto interés, de forma que a las empresas les resultó muy caro financiarse.
Tampoco se puede pasar por alto otro mito acerca del desarrollismo, como es que en España no hubo desempleo. Y es cierto, durante el desarrollismo no hubo paro, pero no menos cierto es que el desarrollismo no creó más empleo. El desarrollismo destruyó empleo en el sector primario y lo trasladó al sector secundario y terciario, es decir se produjo un trasvase de mano de obra de un sector a otro. Durante el desarrollismo cerca de seis millones de españoles pasan del campo a la ciudad, del medio rural al industrial. Además, si no se registró paro en España ello obedeció a la espita de la emigración: casi dos millones de españoles se desplazaron al extranjero, sobre todo a otros países europeos. Aparte de salida para el mercado laboral, la emigración produjo otro beneficio como fue la llegada de divisas: de hecho, tras el turismo, fue la segunda fuente de entrada de divisas.
Euskadi en esos años crece espectacularmente, crece tanto el sector industrial como el terciario. Son años en los que se refuerza el peso de la banca vasca, de las eléctricas vascas... y años en los que crece la población vasca, pero también son años en los que se refuerzan desequilibrios que, a la postre, se pagarán muy caros. La industria vasca, siempre amparada en un feroz proteccionismo incluso durante el desarrollismo y pese al intento seudoliberalizador de los ministros del Opus Dei, va a sufrir muy duramente el impacto de la crisis del 73. Se suele señalar 1974 o 1975 como el comienzo de la crisis en el Estado, no obstante, y a modo de ejemplo, en los consejos de administración de Alfa en el año 1973 se está diciendo que la crisis afecta ya a nuestra economía.
Durante el desarrollismo Euskadi crece espectacularmente, crece tanto el sector industrial como el terciario.
En 1973 la dictadura de Franco sumamente desgastada y cuestionada se ve incapaz de poner en marcha medidas impopulares para hacer frente a la crisis económica, medidas que se están tomando en el resto de Europa, en otros países industriales. A modo de ejemplo, si en las navidades de 1973-74 en capitales europeas como París y Londres se hacía un esfuerzo por reducir el consumo energético dejando unas ciudades prácticamente a oscuras y sin circulación, las fotos de Madrid de ese mismo año muestran una imagen muy distinta: luminarias y circulación masiva de Seiscientos y similares son la tónica. En España, en principio el Estado optó por absorber la subida del crudo y no se repercutió esa subida en los consumidores; hecho que incidió en que no se tomasen medidas de ahorro energético y que mermasen unos ingresos en un contexto de déficit presupuestario.
Como he comentado, la dictadura no tenía la fuerza suficiente como para imponer medidas impopulares o poner en marcha una reforma fiscal moderna. Habrá que esperar a la muerte del dictador para ver cambios. No será hasta 1977-78 cuando se apruebe la reforma fiscal de la democracia, dirigida por el ministro Fernández Ordoñez, que nos dotará por primera vez en la Historia de una fiscalidad moderna.
Esta crisis va a suponer un problema grave al mundo industrial capitalista. La mal llamada crisis de la guerra Yom Kippur o crisis del petróleo, que, aparte del efecto negativo de la subida de la factura energética, no fue otra cosa que una grave crisis de superproducción.
El hecho es que en España esta crisis fue más grave que en el resto del mundo. La industria española tenía los pies de barro y a Euskadi le va a afectar todavía más que al conjunto estatal. Y es que se trata de una infraestructura y de un modelo que data prácticamente de los años 20 y que si prosperó de la manera como lo hizo fue gracias, sobre todo, al paraguas de un muy fuerte proteccionismo.
No es ninguna exageración. En 1983, el año de las terribles inundaciones, al presentarse una comisión de parlamentarios del Congreso de los Diputados para evaluar los daños, se encontraron con que buena parte de la maquinaria siniestrada databa de los años 1910 y 1920.
Otro tanto se puede decir de la banca, barrida por esta crisis. La banca vasca es en buena medida una banca mixta, muy vinculada al sector industrial vasco, de ahí que resultase más afectada que otros bancos españoles, aun cuando tuvo una excelente capacidad de recuperación.
Por todo ello, la reconversión en el País Vasco resultó traumática. En un marco ya europeo, hubo de acometerse una transformación radical que, afortunadamente, con el andar del tiempo ha sido bien resuelta.
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